Fue el 17 de julio de 2010. Aquella noche, Luis Abregú regó de guapeza el ring del Casino Agua Caliente, en California. Insuficiente para superar a una estrella como Tim Bradley, el hombre que venció a Manny Pacquiao. Fue doble la amargura para Abregú: además de perder por puntos con Bradley sufrió una lesión en una mano que lo mantuvo inactivo durante más de un año. Por eso se entiende el fervor del festejo del sábado.
"El Potro", el hijo de Chicligasta que adoptó Salta como segunda patria chica, obtuvo en Verona (Nueva York) una de esas victorias capaces de cambiar para siempre el rumbo de una carrera. El formidable nocaut que le propinó al puertorriqueño Thomas Dulorme fue un boleto de ida para grandes veladas y excelentes bolsas. En una categoría -la welter- poblada de estrellas, Abregú sacó definitiva patente de primera serie.
Tranquilo, seguro, certero, "El Potro" dejó que Dulorme - estrellita en ascenso que perdió el invicto a manos del tucumano- bailoteara, cambiara la guardia y proyectara el jab. Abregú sabía que en la potencia devastadora de su cross de derecha estaba la clave del éxito. Lo proyectó en el tercer round, cuando mandó al boricua a la lona (lo salvó la campana), y liquidó el pleito en el séptimo por la misma vía.
Excelente récord (34-1, 28 KO), la edad justa (28), la pantalla del gigante HBO a su disposición para consolidar su carrera en Estados Unidos... Abregú, honesto y valioso trabajador del cuadrilátero, tiene el futuro en su poder.